1 JUL 2019 – 07:11 CEST – Fuente Cínco Días – El País Economía.
La mitad de los hogares españoles corresponde a núcleos unipersonales o a parejas sin hijos.
En pleno proceso de transformación de las ciudades para su adaptación a los nuevos usos y costumbres propias del siglo XXI, donde la sostenibilidad, las mejoras continuas en desplazamiento y la máxima conectividad se anteponen, nos encontramos también con un cambio de mentalidad y de hábitos que han llevado, entre otros, a priorizar el modelo de alquiler frente a la tradicional apuesta por la compra de inmuebles y donde el particular requiere otro tipo de inmuebles, generando así una demanda que el mercado inmobiliario todavía no está siendo capaz de absorber.
En este escenario, las necesidades habitacionales han cambiado, suscitándose un renovado interés por viviendas de tamaño medio –entre 50 y 100 m2–, lo que guarda una relación directa con los cambios en la pirámide poblacional, que dibujan núcleos familiares cada vez más pequeños, que implican una menor necesidad de espacios grandes para vivir. Según los últimos datos INE sobre la evolución del perfil de hogares españoles, más de la mitad corresponde a núcleos unipersonales o a parejas sin hijos. Lo cierto es que la oferta de viviendas con esta tipología escasea en el centro de la mayoría de las ciudades españolas, donde existe una amplia demanda sobre estas soluciones habitacionales, que choca con unos elevados precios de alquiler y venta.
Una vez enunciado el problema, toca proponer y debatir soluciones, pero la primera de las trabas que nos encontramos pasa por la burocracia que impone un marco normativo que ralentiza las adaptaciones habitaciones a la demanda existente en el escenario actual. Desde todos los ámbitos implicados en el sector inmobiliario, tenemos el deber de trabajar para adaptar las ciudades a la demanda de los nuevos estilos de vida, simplificando normativas, aprovechando la tecnología para agilizar tramitaciones burocráticas e incentivando todo tipo de iniciativas que favorezca a la demanda actual y, por consiguiente, al sector público y privado.
Lo cierto es que sí existen varias posibilidades de generar esa oferta que requiere el mercado. La primera pasa por aprovechar la tecnología, estudiar los remanentes de edificabilidad en entornos urbanos y fomentar la colaboración público-privada para consolidar nuestras ciudades. La segunda podría ser estudiar las viviendas de grandes dimensiones obsoletas que existen y aprovecharlas para implementar nuevos usos tan actualmente de moda, como el coliving –que permite compartir vivienda de una forma más ágil–, o permitir las segregaciones de estos inmuebles de una forma sencilla y favorable para todos los implicados. Incluso puede existir una tercera que pasa por aprovechar los espacios degradados o en desuso en las grandes ciudades.
Pongamos un ejemplo, una persona de avanzada edad, que no quiere abandonar su vivienda, su barrio o su ciudad, pero que a su vez no puede hacer frente a todos los gastos necesarios para llevar una correcta calidad de vida en un entorno urbano, ¿no puede segregar –como ya hacen muchos – su vivienda de forma ágil para alquilar un espacio independiente y obtener así uno ingresos extraordinarios? Esto debe ser una realidad y una solución real para incrementar la oferta en ese segmento y que aumente la oferta y aminore los precios.
En este sentido, ya existen algunas iniciativas que nacen con vocación de emprender este camino. Buen ejemplo de ello es el proyecto que están desarrollando ad hoc Barcelona y Nueva York para fomentar soluciones que propicien viviendas más asequibles. Entre algunos de los proyectos dentro de este plan se encuentra una iniciativa que promueve flexibilizar los espacios, con la creación de apartamentos que permiten ampliar o reducir los espacios según la necesidad mediante módulos, otra que promulga aprovechar zonas urbanas degradadas, con la rehabilitación de edificios existentes o construcción de nuevos volúmenes con técnicas económicas, ligeras, adaptables y rápidas de instalar, y una tercera que supone la creación de una red de viviendas que implique a personas diversas a compartir servicios e instalaciones comunes, con el objetivo de colectivizar el trabajo doméstico, asistencial y comunitario.
Sin ninguna duda, la falta de vivienda asequible es un reto que tiene un impacto negativo en la inclusión social, la igualdad, el bienestar de personas y la sostenibilidad, por lo que es necesario seguir avanzando por una senda que permita reordenar los desequilibrios existentes hasta ahora.
Se trata de adaptarse a las nuevas realidades sociales y buscar soluciones que mejoren la vida de los ciudadanos. Si los usos y las necesidades de las personas han cambiado, desde el sector inmobiliario –público y privado– tenemos una oportunidad de oro para implicarnos en ese cambio y proponer nuevas soluciones que favorezcan la igualdad y la inclusión de la sociedad.
Francisco Taboada es director Inmobiliario de Housers España.